En un lugar
de los Andes, al pie de un volcán,
nace uno de los grandes
humanistas del Siglo XIX americano, en cuyo espíritu se acrisolaron con
especial magnetismo los ideales ilustrados con
la tormenta y la furia románticas. Así se denomina a uno de los pensadores más
lúcidos que haya tenido el Ecuador: Juan Montalvo. Hombre crítico del poder
intolerante y autoritario y de los caudillismos que gobernaron el país en su
tiempo, nace un día 13 de abril de 1832, con el objetivo
de salir de Ambato para conquistar el mundo con su pluma.
Es interesante regresar al pasado y acercarse a
investigar en su agitada vida los orígenes de una obra tan singular y proteica,
llegando siempre a la común conclusión de la excelsitud y grandeza de este
pensador y literato ecuatoriano.
En
realidad en Montalvo se podía percibir un espíritu autodidacta, diplomático y
lector voraz, su amor por la libertad lo llevó al destierro por sus ideas
contra los despotismos y abusos del poder. Esto se debe a su experiencia desde
muy niño, al presenciar el mal gobierno de Juan José Flores, pudo sentir,
entonces, que la política y el poder eran la causa de los principales dramas de
los habitantes del país. Montalvo vio a su nación sin madurez para la política
que incluso afectó de manera directa a su propio hogar, con el destierro de su
hermano mayor Francisco.
Con
esta experiencia, al transcurrir el tiempo, Montalvo demuestra que su formación
se debe más a sus lecturas y a su experiencia europea, primero como miembro de
la legación diplomática en Roma y luego en París. Así en 1859, regresa a
Ecuador y desde el comienzo toma una postura activa contra la dictadura de
Gabriel García Moreno y con su vocación de escritor crea una revista “El Cosmopolita”, desde la cual difunde
sus escritos:
FRAGMENTO
Este es un abuso de su libre albedrío y nada más:
¿cuántas cosas hay que hacemos y no debemos hacer? ¿Cuántas acciones prohibidas
por el Legislador Supremo no las estamos poniendo por obra cada día?
¿Cuántas palabras indecorosas, indecentes, que no
debía contener la lengua, no las soltamos insolentes a cada paso?
Lamentablemente,
para Juan Montalvo, estos escritos lo llevarían al destierro de Ambato por sus
críticas a García Moreno, quien luego es asesinado en 1875; al enterarse de
esta noticia, Montalvo exclama: “Mía es
la gloria. ¡Mi pluma lo mató!”.
La muerte
de un tirano dio paso a la entrada de otro, Ignacio de Veintemilla, y Montalvo
se vio de nuevo combatiendo en pro de la libertad. Primero lo hace a través de
las páginas de “El Regenerador”, más
tarde con sus “Catilinarias” que se
empiezan a publicar en el periódico La
Estrella de Panamá, donde había salido exiliado. Estos escritos tenían como
finalidad realizar una crítica hacia el dictador Ignacio de Veintemilla, donde surge con fuerza su espíritu polémico, su ironía y su
lucha contra la tiranía.
Al pasar
nuevamente un combate, Montalvo está nuevamente en Europa. En París empieza a
corregir las obras que había escrito mientras que el obispo de Quito condena su
obra por herética e inmoral. “Mercurial
eclesiástica” es su respuesta ante este ataque, pues él proclamaba un
cristianismo alejado del clericalismo. En 1885 empieza a aparecer en París su
nueva revista “El Espectador”, hasta
1888. Redacta el tratado “Geometría moral”,
que se publicará póstumamente, en el que aborda cuestiones relativas al amor
desde una perspectiva filosófica.
Después de
un tiempo, Montalvo recibe la oferta de un puesto en el Senado, que no acepta.
Está desengañado, cansado y desconfía de los políticos ecuatorianos. En París,
sin embargo, su vida era singularmente dura. En 1888, en medio de una primaveral
lluvia torrencial, Montalvo camina para corregir el último tomo de “El Espectador”. Enferma gravemente e
incluso es sometido a una operación para curar una pleuresía. No acepta la
aplicación de la anestesia durante la cirugía. Su salud se fue minando sin
remedio y murió en su casa el 17 de enero de 1889, vestido de frac, pues
consideraba a la muerte como el paso más importante de la vida de una persona.
Pidió muchas flores para su entierro pero sólo cuatro claveles cubrieron su
ataúd. El 10 de julio de 1889 sus restos llegaron a Guayaquil. Un cálido
homenaje lo cubrió, lo que nunca le sucedió en vida.
En
conclusión, Juan Montalvo nos demostró su espíritu combativo ante la opresión
tanto social como política y religiosa. Como escritor destaca su amor por la
libertad, por lo que no le importó expresar con sinceridad sus escritos a sus
opositores, de una manera muy valiente y arriesgándose a toda amenaza. También
como escritor era un purista en el uso del lenguaje y un clasicista en el
estilo, pero como ya se mencionó anteriormente, expresaba de tal manera su
romanticismo en su amor a la libertad y en su lucha contra la tiranía (“Mi causa es la moral, la sociedad humana,
la civilización […]”, dice en 1859 en carta al dictador García Moreno). A
mi parecer, Juan Montalvo es uno de los más grandes defensores de la libertad
de prensa, al combatir las tiranías y el clericalismo. Sin duda uno de los más
grandes pensadores de nuestro país y América Latina.
Autora: María Augusta Carrión.